06 marzo 2009

Una oración por el CNI

Nota de Edición: Preparando el retorno de Diario de IQT, el nuevo blog (reloaded), cuyos nuevos espacios empezamos a tener desde el próximo lunes 16, aprovechamos este espacio para publicar algunas notas publicadas desde el cierre del anterior blog hasta el momento mismo del inicio del próximo.

Solo en caso no lo hayan leído anteriormente. Solo en caso quieran perder un rato de distracción a cambio de un momento de pesadez.

Lean nomás, on'.



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Estimado lector, este no pretende ser un artículo. Es una declaración de fe y esperanza. Un asunto de honor.

Encienda su televisor y sintonice Cable Mágico Deportes: la finalísima de la Copa Perú 2008 se juega mejor en vivo y en directo (basta ya de pasar gato por liebre y creer que el mundo interactivo puede tolerar transmisiones en diferido). Luego empiece a rezar, quedito, bajito, con mucha contrición y recogimiento estelar. Encienda la radio, deje que la voz y el ruido se amalgamen en su mente, formando imágenes salvas, santas, milagrosas. Sea parte de la epopeya. Únase en oración colectiva, mental, cósmica.

Los resultados más alentadores ya hablan de la nueva gesta. El CNI logró arrebatar este fin de semana la mitad de su pase para el ansiado ascenso a la primera profesional del fútbol peruano. Un triunfo esforzado sobre Sport Huancayo, hilvanado a punta de coraje en 75 minutos, rebelde con el cansancio y las piernas atrofiadas durante los 15 minutos finales.

Un triunfo agitado, angustioso, pero airadamente feliz luego del último pitazo arbitral. Medio pase para el fútbol de verdad, en suma (dentro del Perú, claro está). Medio cuerpo fuera del armatoste de liga de segunda, una autopista más allá de los dilemas del torneo de cancha de tierra y butacas de cascajo.

Sé que existen motivos para la desazón. Sé que existen razones más que sobradas para el escepticismo. Sé que en las afueras (y dentro, también) se ha expuesto hasta el hartazgo las debilidades del equipo: que manejan ligeramente la técnica, que se cansan muy pronto, que no tienen un conductor desequilibrante, que carecen de delanteros que decidan los partidos en el momento menos pensado.

Si usted lo cree, no lo juzgo. Es cierto. Tiene toda la razón. No está calumniando. Yo le doy incluso algunos motivos adicionales para la duda: El viejo Yep, que debería ser el libero, solo es un hombre de medios tiempos. Incluso el domingo (durante los últimos 15 minutos) jugó a nada, arriesgando la victoria inocentemente. Celis, que debería desmarcar y crear sus propias jugadas de peligros, a veces se traba en su propia torpeza amateur y desperdicia oportunidades sin parar. Valenzuela, que en teoría debería operar en los últimos 10 metros del arco rival, juega muy atrás por voluntad propia y, lo peor, carece de pierna izquierda cuando tiene que definir, precisamente, por la izquierda. Luna, caray, no es aún el hombre que necesitamos en delantera. Barrena no es la pulga atómica que necesitamos y de pericotero de hoyos menores no pasa. Este es un equipo que juega siempre al pelotazo y precisa casi siempre de acciones detenidas para lograr un marcador positivo. Sí, totalmente cierto, no titubee usted.

Pero, ¿sabe? CNI ha logrado reptar todas las posibles adversidades y ha conseguido algo que ni siquiera los más entusiastas simpatizantes creían lograr hace menos de un año. Este equipo representante de Iquitos, de Loreto, de la Amazonía, ha luchado tantas finales en el camino que uno termina sintiendo que la vocación de su plantel es el drama con epílogo incierto. Desde la etapa regional, abriéndonos paso sobre los pucallpinos, peleando punto a punto en el gramado (e incluso en la mesa) nuestro derecho a continuar en la brega, los de la casaquilla alba nos han templado en eso de quien ríe último ríe, definitivamente, mejor.

Haciendo de tripas corazón, volviendo otra vez a llenar el viejo Max Augustín de 17 mil espectadores (y no los 25 mil que nos vendió vergonzosamente la propaganda del anterior presidente regional), CNI ha devuelto la fe (y el fervor) a todos, incluso a quienes les importa(ba) un rábano el fútbol. Su ascenso constante ha generado una nueva dinámica del apoyo colectivo, institucional o local. Ha creado, incluso, un nuevo tipo de oficio, rentable (con gente que va y viene de y hacia Lima para “apoyar al glorioso” sin haber tenido nunca interés e injerencia en leer por lo menos su historia y el plantel que lo conforma). Ha recreado, en suma, la fiebre dominguera, ha renovado los almuerzos peloteros, ha redescubierto el gusto por comprar una casaquilla de 40 nuevos soles.

Con ese equipo parchado, con esos errores de fábrica, pero también con esos saboteadores profesionales que destruían por lo bajo, con esos engreídos que atacan por las puras a un club que es de todos solo porque no les cae bien su dirigencia (supina forma de inmadurez), con esa tracción a medias que el entrenador Machuca a duras penas puede poner en la locomotora alba, con problemas de dinero, con varios lesionados, con suspensiones acumuladas, con el grito desgarrado de una hinchada, aún así, este equipo logró doblegar en penales al Unión Supe, con diferencia de goles y un penal atajado por el bendito Venegas a Íntimos Cablevisión, y con un golazo preciso de Valenzuela que sentenció la disputa con los huancas.

Así, con esos palmares, se ha reconquistado un rasguño de gloria, un instante antes de la consagración. Hoy, en la noche, ante el nada complaciente Cobresal de Moquegua, CNI debe volver a esgrimir el peso de su historia, aquella que confeccionaron los jóvenes estudiantes de 1926, aquella que nos dio en 1973 el pase a la primera profesional, aquella que en 1977 nos entregó en el Cusco nuestro primer título nacional (con gol de Henry Perales), aquella que nos dio una lección de vergüenza deportiva en 1984, mientras en la mesa nos robaban un cupo en la Copa Libertadores. Que los viejos fantasmas de 1992 se disipen, que la baja solo sea un pésimo recuerdo, que sus dirigentes estén a la altura de las circunstancias, que la gente crea en el milagro. Porque este Colegio Nacional es de Iquitos, y porque Iquitos no solo merece primera, sino que se muere por volver a primera. Pensemos que solo un triunfo basta y el sueño estará cumplido, porque es un ideal de cientos de miles de loretanos, hombres y mujeres de a pie que repletan los escenarios deportivos, que sacan de la suya para alentar a los guerreros de sedas blanquecinas, que siguen por radio o por televisión las incidencias como si de la Copa del Mundo se tratara, que salen espontáneamente en caravana a reventar a los cielos su alegría y su orgullo de llamarse iquiteños.

Si, por ventura de la Providencia, logramos el objetivo, recuerde usted, querido lector, que aún faltará otro partido más, contra el poderoso Torino de Talara (dirigido por el “Niño Terrible” Roberto Challe). Allí deberemos repetir el hermoso regalo navideño que en 1985 entregó Hungaritos Agustinos a todo un pueblo: que la Copa Perú vuelva a ser levantada en el Aeropuerto Francisco Secada Vignetta, luego de 23 años de ausencia.

Sabemos que en el fútbol no hay lógica. Pero también sabemos que hay una fuerza interior mucho más intensa que cualquier vaticinio o racionalismo cartesiano. Haga una oración, amigo/ amiga lector(a) y piense que con sus deseos, con sus palabras, con sus gritos desde el estadio o desde el fondo oscuro de su hogar, a solas o con muchos, muchísimos, con todos, somos capaces de lograr que el deporte más hermoso del planeta tenga un motivo más para seguir siendo idolatrado en estas tierras tropicales.

Vamos CNI. Yo creo en ti.

(Publicado originalmente en Diario Pro & Contra el 8 de diciembre del 2008)

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